Estos días parece que el tema de la muerte ronda a sus anchas cerca de mí. Menuda suerte que arrastro.
Hoy lunes antes de comenzar a contar cuentos a los bebés se acercó la profesora Almudena y me susurró al oído que Jorge, el niño pelirrojo de dos años, el pecoso que arrastraba la bufanda, había perdido el domingo a su padre en un accidente de tráfico. Me previno que el niño no lo sabía aún. En su casa no sabian muy bien como contárselo.
Los niños se sentaron en la alfombra y esperaronn a que comenzara el cuento "El Arca de Noe". Al sonido de las campanillas los niños giraron la cabeza hacia mi mano. Abrieron su ojos infantiles cuando la ballena se despiertó, Wansifeo desayunó, y el elefante apagó el fuego con su trompa.
Yo pude dejar de mirar la cara pecosa de Jorge que chupaba los flecos de la bufanda. Y me pregunté como se le podía ocultar a un niño, aunque tenga dos años, el aire de tristeza que se respiraba en la casa.
Llegó el momento en el que los animales del cuento empezaban a cantar su canción favorita.
-Yo me sé una canción -me djo Jorge arrugando su pequeña nariz.
-Muy bien- le respondí- Luego la cantamos.
Pero Jorge no pudo esperar y empezó a cantar la canción: "En el coche de papá pi-pi-pi".
Me sorprendió que se supiera la canción antigua de los payasos. Almudena, la profesora, se levantó de la silla. Le sentó en sus rodillas y le arropó entre sus brazos. Pero Jorge se revolvió y volvió a bajar a la alfombra sin dejar de aferrar su bufanda.
Hoy lunes antes de comenzar a contar cuentos a los bebés se acercó la profesora Almudena y me susurró al oído que Jorge, el niño pelirrojo de dos años, el pecoso que arrastraba la bufanda, había perdido el domingo a su padre en un accidente de tráfico. Me previno que el niño no lo sabía aún. En su casa no sabian muy bien como contárselo.
Los niños se sentaron en la alfombra y esperaronn a que comenzara el cuento "El Arca de Noe". Al sonido de las campanillas los niños giraron la cabeza hacia mi mano. Abrieron su ojos infantiles cuando la ballena se despiertó, Wansifeo desayunó, y el elefante apagó el fuego con su trompa.
Yo pude dejar de mirar la cara pecosa de Jorge que chupaba los flecos de la bufanda. Y me pregunté como se le podía ocultar a un niño, aunque tenga dos años, el aire de tristeza que se respiraba en la casa.
Llegó el momento en el que los animales del cuento empezaban a cantar su canción favorita.
-Yo me sé una canción -me djo Jorge arrugando su pequeña nariz.
-Muy bien- le respondí- Luego la cantamos.
Pero Jorge no pudo esperar y empezó a cantar la canción: "En el coche de papá pi-pi-pi".
Me sorprendió que se supiera la canción antigua de los payasos. Almudena, la profesora, se levantó de la silla. Le sentó en sus rodillas y le arropó entre sus brazos. Pero Jorge se revolvió y volvió a bajar a la alfombra sin dejar de aferrar su bufanda.
Yo continué con la canción de los animales del cuento.
- Canta la del coche de papá -insistió.
La profesora desde el fondo me hizo una señal de negación con la mano.
- En el coche de papá, pi-pi-pi -comienzan a corear los otros niños.
Intuhí que la profesora, Almudena, les ha enseñado la canción en clase y que la habían cantado más de una vez hast aprendersela de memoria. Jorge se puso en pie y se acercó a mí. Le senté en mi regazo y él se rascó su pecosa cara y empiezó a cantar la canción a su modo. Los otros niños daban palmas al decir pi-pi-pi. y yo coreé también con él.
En el coche de papá, pi-pi-pi.
Vamos de paseo pi-pi-pi.
En un coche feo, pi-pi-pi.
Pero no me importa, pi-pi-pi,
Porque llevo torta, pi-pi-pi.
Cuando terminamos de cantarla Jorge me plantó un beso y se bajó de mi regazo. Al fondo de la sala Almudena se limpiaba las lágrimas con la manga del jersey. Nadie le había dicho que su padre había muerto. Pero no sé. En ese momento supe que el niño lo sabía a su modo. Había sabido interpretar el silencio de los mayores cuando preguntó por su papá. Quizá en ese momento no supiera lo que era la muerte, pero si sabía que necesitaba compartirlo con todos y exteriorizarlo con una canción que curiosamente era "En el coche de papá". Los niños saben escuchar el silencio. No me quedó ninguna duda.
Continué narrando el cuento y las palabras temblaron en mi boca.
Cuando terminamos de cantarla Jorge me plantó un beso y se bajó de mi regazo. Al fondo de la sala Almudena se limpiaba las lágrimas con la manga del jersey. Nadie le había dicho que su padre había muerto. Pero no sé. En ese momento supe que el niño lo sabía a su modo. Había sabido interpretar el silencio de los mayores cuando preguntó por su papá. Quizá en ese momento no supiera lo que era la muerte, pero si sabía que necesitaba compartirlo con todos y exteriorizarlo con una canción que curiosamente era "En el coche de papá". Los niños saben escuchar el silencio. No me quedó ninguna duda.
Continué narrando el cuento y las palabras temblaron en mi boca.
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