Cuando uno cuenta cuentos, siempre hay un factor sorpresa que añade jugo al cuento. Un comentario, una risa, un móvil que suena, un padre que se cae de una silla, una ambulancia. Ayer sábado, mientras contaba cuentos en la Biblioteca Pública de Santa Cruz surgió más de una sorpesa. Un niño me dijo que murieron sus cinco hermanos. La sala quedó en silencio, y yo quite hierro al asunto. No se le veía al niño afectado, sino todo lo contario. Lo dijo con la misma naturalidad con la que Samuel había gritado minutos antes que él se metía en la cama de sus padres cuando pasaba miedo.
Pero no todos pasaron por alto el caso del niño con los cinco hermanos muertos. Susi, algo preocupada, preguntó a la madre del niño y se desveló el misterio. Los padres habían contado a su hijo que había sido intrauterino, y que su madre había tenido cinco intentos antes de tenerle a él.
Pero no todos pasaron por alto el caso del niño con los cinco hermanos muertos. Susi, algo preocupada, preguntó a la madre del niño y se desveló el misterio. Los padres habían contado a su hijo que había sido intrauterino, y que su madre había tenido cinco intentos antes de tenerle a él.
Fue una sesión de cuentacuentos muy especial, por las sopresas y porque sentí que los pequeños y los mayores disfrutaron los cuentos. Y eso es muy gratificante para una narradora. Al final vinieron a saludarme niños y niñas que ya conocía de otras sesiones y otros nuevos. También estuvo Violeta, mi fan número uno. Un besote muy grande para ella y para todos los demás peques y grandes.
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