Estoy en un café-tetería en la Medina de Rabat. Hace sol y huele a almendras. En el horno de leña que hay enfrente me he comprado una bolsa de galletas de almendras que no me cabe en el bolso por 40 céntimos de euro.
Estas galletas me recuerdan a mi bisabuela Luisa. Nosotros, los bisnietos, eramos los encargados de llevar galletas y pastas a la bisabuela en las tardes de verano. Y llegaban las galletas mordisqueadas por las esquinas.
Uno de los cuentos que he contado a los niños en Rabat, trataba de una liebre abuela que cuidaba a su nieto. Un niño marroquí que estaba en la primera fila me interrumpió el cuento diciéndome:"Pues yo cuido a mi abuela".
Luego me he enterado que en Marruecos los abuelos no cuidan a los nietos, sino que es la familia la que cuida a los abuelos. No sería mala idea envejecer en esta ciudad.
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