Los dos se levantan de la cama y caminan hacia la cocina. El sonido aumenta al tiempo que sus miedos, lo que provoca que su imaginación se dispare: ¿Será un gato gigante? ¿un cocodrilo? ¿una serpiente? o quizás… ¿un elefante?
“¿Quién no ha tenido miedo alguna vez? Todos hemos pasado por este estado de angustia”, argumenta
Beatriz Montero para justificar el comportamiento desconcertante de sus protagonistas, cuya edad hace prever una reacción menos insegura y con más aplomo.
De ahí que resulte tan entrañable esta historia de dos asustadizos abuelos y sus disparatadas –por improbables– hipótesis. Precisamente, el temor, que no ocultan, los hace más próximos a los pequeños, ya que comprueban que comparten más cosas con los adultos de lo que parece: el miedo a lo desconocido (la noche, ruidos extraños…) es inherente a la condición humana y, por tanto, no es algo de lo que deban avergonzarse.
No solo eso, sino que es necesario que el miedo esté presente en su proceso de aprendizaje, ya que les ayudará a hacer frente a situaciones de riesgo. No obstante, los niños no deben estar sobreexpuestos, ya que puede generar ansiedad y problemas de autoestima. Por eso,
El señor Ramón y la señora Ramonaplantea y resuelve el conflicto de una manera divertida.
Beatriz Montero persigue con esta historia que los más pequeños comprendan que el miedo no debe paralizarlos y destaca el hecho de que una persona sin miedo está “más abierta a aprender, relacionarse, compartir, descubrir y amar”.
“De pequeña compartía habitación con mi hermana. Por las noches, los ruidos disparaban nuestra imaginación y ...
construíamos en nuestra mente monstruos y animales feroces que nos podían devorar”, revela la autora sobre el origen de este cuento. Al igual que los dos protagonistas, las dos hermanas también
tenían miedo: “echábamos a suertes quién salía de la cama para descubrir de dónde venía el ruido”.
Sin embargo, el señor Ramón y la señora Ramona, aúnan fuerzas, van juntos y se apoyan frente al miedo. Esa solidaridad forma parte también del aprendizaje. Beatriz Montero reconoce que le hubiera encantado tener este cuento de pequeña: “¡La de paseos nocturnos por la casa que me hubiera ahorrado!”.
Esta divertida historia no sería posible sin el “cariño y cuidado” que
Leire Salaberria ha puesto en su debut en OQO para dar vida a estos “dos abuelos muy simpáticos y curiosos”.
Aunque toda la historia sucede en el interior, la ilustradora vasca logra con facilidad trasladar al lector del pasillo, a la selva y, de ésta última, a la cocina. Para ello, cuenta con la ayuda del empapelado de la casa, cuyos dibujos florales facilitan este viaje visual por las increíbles (y por eso graciosas) posibilidades que plantean los atemorizados abuelos sobre el origen del ruido.
“La historia me daba la suficiente libertad para crear un mundo paralelo contado mediante imágenes y alejado de la simple descripción del texto. Así, a la vez que la imaginación de ellos aumentaba, más se adentraban en una selva, don-de se iban encontrando con todos estos animales imaginarios”, valora Leire
Salaberria para explicar su propuesta visual, en la que un gato gigante, un cocodrilo, una serpiente y un elefante van haciendo acto de presencia en… ¡el pasillo de una casa!
Para lograr esta atmósfera exterior dentro del interior de la vivienda, ha utilizado la técnica del
collage, con el que ha creado los personajes, objetos y plantas. Las conjeturas surrealistas del señor Ramón y la señora Ramona han cobrado forma gracias a la mezcla de acrílicos, rotuladores y lápices.
Salaberria ha optado por colores vivos en una paleta no demasiado amplia. La intención final ha sido la de lograr mucha textura, para que el lector pueda “palpar” los personajes que solo están en la imaginación de los protagonistas.
Además, los lectores avispados y astutos encontrarán pequeños guiños en las imágenes, que les darán pistas para resolver el misterio que tan asustados tiene al señor Ramón y a la señora Ramona.
Texto de Beatriz Montero
Ilustraciones de Leire Salaberria
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