viernes, 13 de febrero de 2009

Cocido de gato

En el taller de cuentacuentos, Ángeles nos contó que teniendo ocho años su abuelo Carlos, al que su hermano y ella llamaban Carlitos, les pidió que vigilaran la olla del cocido mientras el salía a comprar el pan. Su hermano, Gregorio, un año menor que ella, miró la camada de gatitos recién nacidos y le preguntó: "¿Qué pasará si metemos un gatito en la olla?" Y antes de que ella respondiera, lanzó a uno de ellos dentro. El pobre gato no llegó a chillar, murió en el instante. Y la sopa de cocido siguió hirviendo. “¿Y si metemos otro?“, Gregorio miró travieso la prole de gatitos. Pero en ese momento entró el abuelo Carlitos y se acabó la fiesta. Ninguno de los dos le dijo nada y el cocido siguió burbujeando.

En la comida, Carlitos metió el cazo dentro de la olla y sirvió la sopa. Por fortuna, el abuelo no vio el gato, por lo que Ángeles y su hermano tuvieron que disimular las arcadas que les daba comer cocido de gato. El abuelo, que no sospechaba nada, se lo comió como si tal cosa. Y le debió de gustar, porque fue a repetir y Gregorio, que no pudo controlar el miedo que le entró al pensar en el castigo que le esperaba si el abuelo descubría el pastel, dijo al borde del llanto: “¡Ay, Carlitos, que ya sale!”. El abuelo metió el cazo en la olla y sacó una patata. “¡Ay, Carlitos, que ya sale!”. Y esa vez pescó un trozo de tocino. “¡Ay, Carlitos, que ya sale!”, gritó cuando del cazo asomó la cabeza del gatito muerto. Ángeles tuvo náuseas al ver salir del perol al gatito lleno de pelos, mojado y rebozado de fideos. El abuelo Carlitos apretó los dientes y les hizo repetir plato como escarmiento. Ángeles, cincuenta años después, sigue siendo incapaz de probar una cucharada de sopa.

6 comentarios:

Enrique Páez dijo...

Ay, mamaita, ita, ita, ¿quién será?
Cállate, hijita, que ya se irá.
Que no me voooy.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

ah, qué historia...

Mi vida en 20 kg. dijo...

Yo despuees de esa historia tampoco tomaria sopa nuevamente...que horror!!!!!!!!

Un abrazo

Belén dijo...

Por dios, pobre gato, pobre sopa, pobre familia, pobre carlitos...

Besicos

Juanjo Merapalabra dijo...

El hijo de mi prima hizo algo parecido: Teníamos un fuego enorme en el que estabamos tostando piñas piñoneras (una fiesta para quien lo hace desde pequeño), y el niño apareció con un gatito en los brazos y dijo qué pasaría si lo echamos al fuego, y aunque estabamos más de cinco personas alrededor del fuego no nos dio tiempo a detenerlo. Tampoco se escuchó sino el maullido de haber sido lanzado. Los niños es lo que tienen, espíritu científico.

Nome Andrés dijo...

Los gatos siempre son protagonistas de historias de este calibre; a mí me tienen contado, y de buena tinta, (chavalotes sanos de pueblo) historias de meter el gato en el bombo de la lavadora, en el váter con la tapa para abajo y tirar de la cisterna y lo más macabro, en el microondas. He visto tu comentario en la acequia y me acordé de Bea. Un saludo.