Levantarse y ser recibida por un temporal de vientos de 120km/h no sucede todos los días. Ni tampoco ver volar las tejas del tejado, ni que la vecina llame a la puerta con la pierna escayolada de manera provisional con una cubitera de botellas preguntándonos si el canalón que ha volado hasta su jardín es nuestro, que lo era.
Y tampoco nos había sucedido que a las 12h se vaya la luz y no regrese hasta las 22H (hora canaria), DIEZ HORAS DESPUËS.
Es una sensación de parálisis cerebral ver toda la isla apagada, que no se pueda comprar en el supermercado porque los cajeros no funcionan, que los móviles no tengan cobertura, los semáforos estén apagados, que llueva en horizontal, que vuelen palmeras, planchas de plástico y de metal, que haya corrimientos de tierra en las carreteras, y que la gente llame a la radio preocupada porque la sardina sigue sin poder ser enterrada en el Carnaval.
Y tampoco nos había sucedido que a las 12h se vaya la luz y no regrese hasta las 22H (hora canaria), DIEZ HORAS DESPUËS.
Es una sensación de parálisis cerebral ver toda la isla apagada, que no se pueda comprar en el supermercado porque los cajeros no funcionan, que los móviles no tengan cobertura, los semáforos estén apagados, que llueva en horizontal, que vuelen palmeras, planchas de plástico y de metal, que haya corrimientos de tierra en las carreteras, y que la gente llame a la radio preocupada porque la sardina sigue sin poder ser enterrada en el Carnaval.
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