
Enrique me pide que ponga unas palabras a la foto. Pues ahí va:
Tras la ventana
el año acaba en nieve.
¡Chúpate un haiku!
Por un 2010 de cuento.


La plataforma trabaja en una oficina improvisada en la estación de autobuses de la Terminal 2, al aire libre. Solo hay dos tableros blancos apoyados en borriquetas con sillas de plástico alrededor. Los teléfonos no dejan de sonar. Enrique desenfundó el ordenador y comenzó a redactar la primera nota de prensa. En la foto se ve que ni se quitó la gorra.
Aminetu Haidar está dentro de una “habitación” sin ventilación que le han cedido en el aeropuerto. Es el cuarto donde se guardaba el equipaje. Las puertas de cristal se han tapado con papel de embalar marrón para proteger su intimidad y su descanso, si eso fuera posible en medio del ruido de autobuses, cruce de aviones aterrizando y despegando, pasajeros que hacen cola para subir a los autobuses, y los periodistas que se acercan para cubrir la noticia.
El 10 de diciembre, día Internacional de los Derechos Humanos, llegaron eurodiputados a apoyar a Aminetu Hiadar.
Yo estaba charlando con Fátima hasta que le sonó el teléfono. Los teléfonos están al rojo vivo, cuando no suena uno, es otro, o todos a la vez.
La voz de Aminetu es un hilo fino. Había que esforzarse para oírla. Es cierto que el ruido de fondo lo complicaba aún más. Menos mal que los micrófonos son potentes y lo recogen todo.
Después de la rueda de prensa los periodistas fueron recogiendo todos sus equipos para meterlos en las furgonetas.
Y sin quererlo, al día siguiente veo en la foto que hicieron a Aminetu Haidar del periódico El País que he salido, junto con otros cincuenta periodistas, en el centro de la foto.
POR UN SAHARA LIBRE
Fotos de Enrique Páez.
La primera fotografía que es mía y la última que es del El País.


Después de una comida con plato de lentejas y costillas con papas. Para que luego digan que los narradores nos alimentamos solo de palabras. Aquí estoy con Juan Madrigal y Coralia Rodríguez (esa mujer es un colchón de plumas, da gusto dejar caer la cabeza en su hombro).
En la Casa verde: los cuentos encuentados para público familiar. Hacía un sol y un calor, aunque no lo parezca en la foto.
Juan Madrigal, ese pedazo de narrador, y su inseparable guitarra.


No he hablado de mi viaje a finales de noviembre a Badajoz. Las seis horas en tren desde Madrid fueron mejor de lo que esperaba. Se me hizo corto el viaje, entre lectura de cuentos, periódicos, sudokus, el bocadillo de tortilla y las charlas con Enrique.