Llegué a Star Trek en una nave estelar que se llama Brasilia.
Brasilia es una ciudad con forma de avión, rara. Al principio notaba que le faltaba algo, percibia algo raro además de calles anchísimas y rectas y agrupadas en sectores, en el centro los edificios de gubernamentales, mas allá el sector hoteles,en los laterales las zonas residenciales, y al sur los polideportivos. Lo que le faltaba es la vidilla que dan los kioskos, los bares, las mercerías, las panaderías, las paradas de autobús, las gasolineras, los puestos ambulantes de helados, los niños corriendo por las calles, los perros arrimándose a los árboles. En fin, echaba de menos las calles irregulares, los edificios antiguos mezclados entre hormigón y cristal, el bullicio de las calles comerciales. Pero Brasilia lo tiene todo organizado y planificado, Asi que para comprar el pan tienes que ir al sector alimenticio que se encuentra cada cuatro manzanas en la sector residencial. Una ciudad muy bonita, muy monumental, con edificios modernos, pero extraña.
Conocimos a gente maravillosa, llena de vitalidad, y creatividad. En la foto con Alesandra, Tino, Ana y Enrique.
En esta otra foto estoy contando cuentos en el Instittuto Cervantes de Brasilia. La actuación fenomenal, la organización también. La Biblioteca se llenó de gente a pesar de ser puente. Los pequeños y adultos que estuvieron pidieron uno, y otro y otro cuento. Un privilegio para un cuentacuentos.
Así que la gente en Brasilia, para mí, suplió con creces las carencias de una ciudad urbanísticamente perfecta.